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Jordi Mabras Granell
Las administraciones públicas tienen recorrido para poder reasignar recursos sin recurrir necesariamente al endeudamiento.
Cuando hace unos días, en su informe Monitor Fiscal, el FMI expresó su preocupación por el nivel de deuda pública sobre el PIB a escala mundial, intenté entrar un poco más en el fondo de la cuestión y no quedarme sólo en las cifras.
La deuda pública es el recurso al que acuden los países cuando precisan de más fondos de los que recaudan para atender sus necesidades y compromisos. Es decir, cuando en sus cuentas públicas tienen más gastos que ingresos, o sea, déficit.
A nivel doméstico es lo que desde los gobiernos critican de los ciudadanos en cuanto a que no saben gestionar sus finanzas personales y se endeudan por encima de sus posibilidades, y resulta que a ellos les sucede lo mismo, pero ... no pasa nada.
Cuando hay más gastos que ingresos, se debe principalmente a que no se han hecho bien los deberes, y esos deberes son los de hacer un Presupuesto ajustado a la realidad, y al igual que a nivel personal, puede verse afectados por imprevistos o cisnes negros, pero, para eso, existe lo que se denominan fondos de emergencia o lo que hacen los particulares de guardar para cuando no hay.
Lo anterior quiere decir que en un año concreto pueden darse una serie de situaciones extremas no previstas que produzcan un desfase presupuestario y generen un déficit, pero cuando ese déficit es constante y permanente, realmente, como apunta el FMI, es un problema estructural.
En mis sesiones de formación financiera siempre apuntamos a que el endeudamiento es el último recurso al que acudir por su coste implícito, y porque ... hay que devolverlo, y que antes de endeudarse hay que agotar otras maneras como son las de reducir gastos o aumentar ingresos. Trasladado al mundo público, la realidad es absolutamente distinta: los presupuestos no se hacen empezando por los ingresos previstos, sino por los gastos comprometidos, siguen por los ingresos previstos, y acaban con la deuda que es lo que sirve para cuadrar. Eso es asumible un año, dos o tres, pero no siempre. Hay que gestionar distinto. La deuda no es un recurso permanente.
Por tanto, hay que afrontar muchos de los problemas que afectan a la sociedad española en muchos ámbitos: Estado, comunidades autónomas o corporaciones locales, en especial aquellos que impliquen la racionalización del gasto y una gestión sana de los recursos de todos los ciudadanos, y aquí hay camino para poder reasignar sin tener que llegar al endeudamiento.
Ahora se acercan elecciones municipales y autonómicas: exijamos credibilidad y capacidad de gestión a nuestros elegidos (sean los que sean), y en especial en temas económicos.
Gestionar bien los recursos económicos, aunque sea reduciendo gastos, no implica una pérdida de beneficios o de servicios, sino una mejor distribución y acceso a mayor número de personas y familias.
La deuda pública en España, lleva más de 20 años subiendo en números absolutos, es decir, endeudándonos de manera permanente y estructural. El hecho que se reduzca el porcentaje de deuda sobre el PIB no se debe a nuestra capacidad de retorno de deuda, sino al incremento del PIB del país. Eso es preocupante.
Todos los gestores públicos han de conocer que la deuda pública no es un tipo de ingreso más: es la adquisición de un compromiso de devolución en un plazo determinado.
La deuda pública no es perpetua.
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