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«Hemos conseguido que jóvenes desvinculados del trabajo y de los estudios vuelvan a ser útiles a la comunidad»

Angel Aguilera, director del proyecto La Moneda Cubana

Uno de los proyectos en los que colabora el ICEB a través de su obra social es el Programa de Entrenamiento para Jóvenes La Moneda Cubana. Esta iniciativa, nacida en el año 2011 en La Habana (Cuba), trata de formar en oficios relacionados con la cocina y la hostelería a jóvenes que por alguna razón se desvincularon tanto del trabajo como de los estudios. Su fundador, Ángel Aguilera, estuvo hace pocas semanas en Barcelona visitando algunas escuelas profesionales y explorando nuevas vías de colaboración con el ICEB.

¿Cómo nació el proyecto  La Moneda Cubana?

En el año 2010 fui escogido delegado de circunscripción, y cuando hice un primer análisis de las problemáticas del barrio, una de las cosas que detecté fue que había una veintena de jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo. Esto me alarmó porque la juventud es el futuro de un país, y cuando hablé con ellos vi que existía una desmotivación importante. Justo en esa época, en enero de 2011, Cuba decidió retomar el ejercicio del trabajo por cuenta propia y uno de los negocios que reanudó la actividad fue un restaurante histórico llamado La Moneda Cubana. Fue en ese momento cuando surgió la idea de armar un curso de cuatro meses que permitiera a estos muchachos incorporarse a trabajar en el restaurante. Muchas personas se fueron acercando al proyecto, y al final no solo abarcamos toda la capital sino también otras provincias del país. El año pasado recibimos el premio del Grupo Excelencias, y para este curso esperamos tener unos mil alumnos.

¿Qué tipo de formación dais a estos jóvenes?

Nuestros cursos son integrales y se han ido construyendo a partir de las propuestas de los propios jóvenes. Existe un bloque de asignaturas relacionadas con el oficio gastronómico -cocina, sala, coctelería…- y después un segundo bloque que incluye conocimientos generales y lo que denominamos «responsabilidad social», porque es fundamental que los jóvenes se involucren en la actividad comunitaria del barrio. También reciben clases de inglés, de ortografía y expresión oral, de emprendimiento y contabilidad, de regulación cubana, de patrimonio local… Cuando esta formación del oficio y estos conocimientos de cultura general se combinan, tú vas articulando un ser humano y le vas transmitiendo valores como la disciplina y la responsabilidad con la comunidad y con el país.

¿Y estos jóvenes acaban encontrando una salida laboral?

Sí, claro. Nosotros no solo formamos a los jóvenes sino que tenemos personas que visitan las paladares* de La Habana y les presentan el proyecto. A través de estas visitas, en los últimos seis años hemos generado unas 200 opciones de empleo. Tenemos chicos en los restaurantes más prestigiosos de La Habana. Y otros han conseguido montar pequeños negocios, como uno que se ha dedicado a elaborar pasteles para bodas y fiestas, por ejemplo. El proyecto todavía es muy joven, pero con el paso de los años veremos todavía más resultados.

¿De qué recursos dispone la escuela?

En realidad, durante los cinco primeros años la oficina de la escuela fue mi apartamento, y las aulas, los parques del Malecón. Poco a poco, las paladares de La Habana nos fueron prestando sus instalaciones, y ahora incluso disponemos de un espacio propio para nuestras actividades. En cuanto al claustro, hemos conseguido tener profesores de mucho nivel. Son, sobretodo, personas jubiladas que dedicaron toda su vida a estos oficios y que ahora desean realizar un aporte a la comunidad formando a los más jóvenes. También tenemos alumnos instructores que serán los profesores del futuro. Y una psicóloga y una trabajadora social que atienden a los jóvenes. Yo a este proyecto le he puesto toda la ilusión y todo mi espíritu emprendedor, pero no hubiera conseguido nada sin el apoyo que nos han dado tantas personas.

Hablabas ahora de espíritu emprendedor. ¿Cómo entiendes tú el concepto «emprendimiento»?

A veces el emprendimiento se ha interpretado simplemente como un negocio que se traduce en un beneficio económico capitalista. Yo lo entiendo de manera muy diferente: considero que mis jóvenes son emprendedores porque se han formado,  han trabajado, han crecido como personas, han ayudado a sus familias… han sido emprendedores de su propia vida. Eran jóvenes desvinculados, desmotivados; desde el proyecto les dimos algunos instrumentos para poder resolver su situación y ahora son jóvenes que pueden aportar mucho al país, que vuelven a ser útiles a la comunidad. Además, cuando se genera un empleo se está colaborando al desarrollo local del barrio.

¿Cómo describirías la colaboración con el ICEB?

El ICEB se interesó mucho por nuestro proyecto y nos ofreció la posibilidad de titular nuestros cursos, de manera que iniciamos una intensa colaboración. En agosto un experto del ICEB vino a dar una conferencia sobre marketing a nuestros alumnos y esta relación también nos está permitiendo viajar a España para conocer cómo funcionan las escuelas de gastronomía en otros entornos.


*Paladares: en Cuba se denominan de esta forma a los restaurantes privados que, en su mayoría, se encuentran ubicados en casas de familias. Aunque el término es masculino cuando se refiere a la parte interior y superior de la boca, en Cuba es femenino cuando se refiere a los restaurantes. Aunque se conoce que el término se introdujo en el país a través de la novela brasileña Vale todo, en el que su protagonista crea una cadena de restaurantes llamada Paladar, no se ha estudiado el porqué del cambio de género. 

Colaboradores

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